Ads 468x60px

miércoles, 22 de febrero de 2012

¿Por qué engancha Angry Birds?

¿Nunca os ha pasado una cosa como esto? ¡Los pájaros locos, los pájaros locos”, tableta en mano, “¡otro candado!”, cuando logra pasar de nivel. La fiebre de Angry Birds se extiende planetariamente. No entiende de edad, sexo, país o cultura: su penetración es enorme en todos los estratos, y va a más. Sobre todo ahora que ha llegado a Facebook.


Como ‘regalo’ a sus usuarios por el Día de los Enamorados, la empresa de Mark Zuckerberg activó la aplicación en esta red social, introduciendo componentes sociales y nuevos niveles, lo que podría llevar al juego a superar los 1.000 millones de usuarios.


Creado por la empresa finlandesa Rovio en 2009, Angry Birds es, según datos de la compañía, la aplicación de pago más descargada de todos los tiempos. En concreto, fue la ‘app’ para móvil y tabletas más exitosa en 2011, con 700 millones de descargas.


En Angry Birds el jugador toma el control de una bandada de pájaros en su misión por recuperar los huevos de su nido, robados por una piara de cerdos. El objetivo del juego es ir completando niveles, en cada uno de los cuales existen refugios formados por cristal, madera, piedra y otros materiales, donde los cerdos intentan esconderse. Con la ayuda de una resortera el jugador tendrá que lanzar a los pájaros contra las estructuras para destruirlas y de esta manera eliminar a todos los cerdos del nivel.


Entonces, ¿por qué nos gusta tanto matar gorrinos lanzando pajaritos abocados a autodestruirse en la misión? ¿Qué tiene Angry Birds que no tienen otros?


“Su principal característica es la sencillez de manejo y lo cortas que son las pantallas. A diferencia de otros juegos, te permite parar en cualquier momento y retomarlo sin haber perdido ninguna oportunidad”, explica Carlos González Tardón, psicólogo especialista en la aplicación de los videojuegos para la transformación social. “Esto, unido a que nació como un videojuego para teléfono móvil, lo hace perfecto para llenar los ratos vacíos de ocio“, agrega.


“Los videojuegos llamados casuales se reapropian de las ‘jugabilidades’ de los ‘arcades’ clásicos porque buscan lo mismo, partidas cortas y muy satisfactorias“.


Sin embargo, el objetivo de los ‘arcades’ y el de Angry Birds es diferente. En el primer caso se buscaba que jugaran muchas personas echando monedas. En el segundo, “pretenden que no pierdas mucho tiempo y puedas llenar huecos con facilidad”.


“Angry Birds se basa en una dificultad emergente, es decir, el reto no es controlar muchas teclas o una situación compleja, sino lanzar y explotar. Y como está bien construido, al principio te permite ir más a lo loco, reforzando tu sensación de control, para poco a poco ir exigiendo más”.


También resulta un factor decisivo para el éxito la acción de destruir. “Existe un impulso primario en el ser humano a la hora de disfrutar de la relación causa-consecuencia. En el caso de Angry Birds esto aumenta, ya que una causa menor provoca una consecuencia explosiva, que además es virtual, por lo que no hay consecuencias reales”.



Jose. El que lo dejó. ”Al principio me enganché mucho porque es sencillo y te permite jugar en paradas de autobús, en el metro… En tiempo muertos, en definitiva. Pero me cansé, me parecía que perdía mucho tiempo jugando, y prefería utilizar otras aplicaciones del teléfono como Twitter, o consultar información… Además, como aficionado a los videojuegos, los prefiero más complejos”.



Juan. El que se lo prohibió a su hijo. ”En un viaje en avión se me ocurrió dejárselo a Bruno (cuatro años) en el iPad. Enseguida se hizo con el juego y con unas cuentas partidas ya se había enganchado. El juego le sobreexcitaba. Me decía: ‘Papá, vamos a abrir otro candado’. Me costó incluso discusiones familiares por dejárselo un ratito el fin de semana; es un juego sencillo pero con un punto sádico. Así que le descargué juegos educativos. Al principio los usaba, pero en cuanto me descuidaba, se pasaba al Angry Birds.



Yaiza. Sus hijos no le dejan jugar. ”A mis hijos, de tres y ocho años, les encanta, especialmente al pequeño. Me pide ‘los pájaros locos’ o ‘los pájaros enfadados’. Juega en la tableta, y se pone muy contento cuando ve que hay pantallas nuevas. Lo controla mejor que yo. También es cierto que no me deja jugar nunca; cuando me cede la tableta me dice: ‘Espera, mamá, que te enseño’, y se lo acaba quedando”. “Le dejo jugar cuando se porta bien. Cuando se porta mal, a veces le castigo sin jugar”.



Virginia. Los pájaros le quitaban el sueño. ”No había vuelto a jugar a los videojuegos desde los 10 años, salvo una ocasión en que lo intenté con Mario Bros y me resultó muy complicado. El mundo de los videojuegos había avanzado tanto que me sentí frustrada. Pero Angry Birds me resultaba muy fácil, sobre todo en el iPad. Veía que iba pasando pantallas y seguía. Jugué y jugué hasta que terminé todos los niveles. Entonces decidí dejarlo, sobre todo porque jugaba por la noche, y me acostaba nerviosa y me costaba dormir. ¡A veces me levantaba pensando en los pájaros y me ponía a jugar!”.



Elena. El sofá y los pájaros, inseparables. ”Actualmente soy incapaz de estar sentada en el sofá sin jugar a la vez a Angry Birds. A veces estoy viendo una serie, o una película, y de repente me doy cuenta de que no me he enterado de lo que ha pasado porque estoy más pendiente de matar cerditos que de seguir las peripecias de Tony Soprano o de Don Draper. Pero cuando me propongo soltar el móvil y centrarme en el programa, no lo hago más que cinco minutos. Después vuelvo a coger el móvil, miro el correo, echo un vistazo a Twitter e, inexorablemente, acabo volviendo a los pajaritos”.


View the original article here

Otros Blogs de la red:


Recursos infantilOncologíaRecursos PrimariaTraumatoligía y Fisioterapia Libros ElectrónicosiPad Español

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Infolinks In Text Ads